¡Cristo vive y nos quiere vivos!

¡Cristo vive y nos quiere vivos!

Reflexión para el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, ciclo C: el Evangelio este día ilumina nuestra realidad con una certeza: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado.
Después de nuestro itinerario cuaresmal, como peregrinos de esperanza en este Año Jubilar, nos llenamos de una profunda alegría por la celebración de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, principio de la vida nueva y eterna que, por el Bautismo, ya hemos comenzado a vivir. Esta gran solemnidad no solo es un día en el calendario litúrgico, sino que es el centro de nuestra fe: la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.

Con esta fiesta gloriosa, iniciamos el tiempo litúrgico de la Pascua, que se extiende durante cincuenta días hasta la solemnidad de Pentecostés. Este período, también es conocido como la cincuentena pascual, que es celebrado como un único y gran domingo, como bien afirmaba San Atanasio. Estos días están marcados por el gozo, la luz y la presencia fundamental del Cirio Pascual, signo visible de Cristo resucitado que alumbra nuestras vidas. Además, este año 2025 tiene una nota providencial: por primera vez, ha coincidido que todas las Iglesias cristianas, tanto orientales como occidentales, celebramos la Pascua en el mismo día, signo de comunión y esperanza para el todo el mundo.

Clave de lectura del Evangelio (Lucas 24, 1–12)
El relato evangélico que nos ofrece san Lucas nos sitúa en la aurora del primer día de la semana. Las mujeres, movidas por el amor, van al sepulcro y lo encuentran vacío. Este pasaje constituye el primer anuncio de la Resurrección, no como un hecho aislado, sino como la culminación del Evangelio que subraya la misericordia de Dios, la fuerza de la fe y la invitación constante al perdón y la conversión.

Estas mujeres, en su fidelidad, se convierten en las primeras testigos del Resucitado. No entendieron todo de inmediato, pero se dejaron tocar por el misterio y lo proclamaron. Por lo tanto, la clave que nos da el Evangelio es que la Resurrección no es una idea, es un encuentro, y ese encuentro transforma la vida.

Veamos nuestra realidad
Vivimos en un mundo marcado por la prisa, el ruido y la superficialidad. Un mundo que ha perdido la capacidad de contemplar, de escuchar el silencio donde Dios nos habla. La cultura actual promueve el individualismo y el relativismo; y vemos cómo la violencia, los ataques contra la vida y la familia, el desprecio por los valores humanos y cristianos van ganando terreno. De frente a este tiempo, tan lleno de incertidumbre, muchas veces el miedo, la tristeza o la desesperanza se apoderan de nosotros. Y muchas veces algunos sectores de nuestra sociedad prefieren cerrar los ojos ante los problemas que nos desafían, huyendo de lo que no se comprende. Sin embargo, en medio de esta noche oscura, el Evangelio nos recuerda que el sepulcro está vacío, y esa noticia lo cambia todo.

¿Cómo ilumina nuestra realidad la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia?
La narración del Evangelio del primer domingo de pascua, pone énfasis en la importancia del primer signo de la resurrección: el sepulcro vacío. Por eso, el Evangelio este día ilumina nuestra realidad con una certeza: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado. Es decir, tenemos la certeza de que: ¡Cristo vive! ¡Cristo ha vencido a la muerte!

Y por eso, las mujeres, al ver el sepulcro vacío, se dejaron interpelar y entraron en el misterio. Ellas son las primeras en ser testigos, de que Cristo vive, al encontrar el sepulcro vacío. Este es el paso que también nosotros estamos llamados a dar, ya que no se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio, es decir, sin dejarnos tocar por la novedad de Dios.

Entrar en el misterio implica ir más allá de nuestras seguridades, vaciarnos

Entrar en el misterio implica ir más allá de nuestras seguridades, vaciarnos de nuestro orgullo, reconocer nuestra necesidad de Dios. Supone capacidad de asombro y contemplación. Las mujeres, discípulas de Jesús, nos dejan una gran enseñanza hoy, como bien lo señala el Papa Francisco en su homilía del 4 de abril de 2015: “Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida”.

En este Año Jubilar de la esperanza, estamos llamados a ver todas las realidades —incluso las más difíciles— desde la luz de Cristo resucitado. Solo desde esa luz es posible no desanimarse, no ceder al miedo, sino caminar con esperanza.

¿A qué nos invita el Evangelio de hoy?
Al celebrar la Pascua recibimos una misión: ser testigos de esperanza. La resurrección de Cristo es una llamada a vivir y anunciar la Buena Nueva en medio del mundo. Por eso, entrar en el misterio también significa comprometernos a vivir de manera nueva, y hoy, el Evangelio nos invita a: no tener miedo de la realidad, por compleja que sea; no encerrarnos en nosotros mismos, sino abrirnos a los demás; no huir de lo que no entendemos, sino enfrentarlo con la luz de Cristo; no cerrar los ojos ante el sufrimiento, sino responder con caridad y justicia.

Peregrinos de esperanza en el misterio pascual
El Evangelio de hoy nos lanza un claro y urgente llamado: entremos en el misterio de la Resurrección. Aprendamos de las mujeres que fueron al sepulcro: velaron, salieron y creyeron. Como ellas, y como la Virgen María, mujer del silencio, de la fe y de la Pascua, sigamos caminando en este mundo como peregrinos de esperanza.

Proclamemos con nuestra vida que Cristo vive, que su amor ha vencido al pecado y a la muerte, y que en Él hemos sido hechos partícipes de una vida nueva.

Vivamos esta Pascua con alegría y confianza. Que Jesús Resucitado nos impulse a renovar nuestra fe, a encender nuestra esperanza y a contagiar nuestro amor. ¡Felices Pascuas! ¡Cristo vive y nos quiere vivos!

Fuente: vaticannews.com