Jesús Enrique Colombo en tarde histórica en Pamplona

 

El Torero Tachirense Jesus Enrique, rompió con décadas de sequía para los Toreros Venezolanos al presentarse como matador de toros luego de 29 años para un diestro nacido en Venezuela y décadas sin cortar oreja para un diestro nacional. 

 

 

El economista Carl Menger se refirió al término de utilidad como la capacidad que tiene una cosa o algo para satisfacer las necesidades humanas. Si trasladamos este concepto a la Tauromaquia y, más en concreto, a la tarde de hoy en Pamplona, Colombo es un torero made for (hecho para) Pamplona, pues cumplió con las necesidades de la gente. Desde el primer momento, prendió la mecha de las peñas en ambos tercios de banderillas en los que el venezolano reclamó la atención de las peñas y supo dar lo que el público de esta plaza jalea entre el ruido: espectáculo en banderillas, alardes de entrega en la muleta y una buena espada. Y, precisamente, solo un pinchazo en su primer toro fue lo único que le impidió, muy seguramente, abandonar la plaza en hombros.

El toreo de la tarde lo puso Román frente al gran quinto, que mejoró el balance general de una variada corrida de Cebada Gago, mientras que Juan Leal intentó imponer sus terrenos a sus dos astados y solo el acero le impidió pasear una oreja.

La única oreja del festejo la cortó Jesús Enrique Colombo del sexto. El diestro venezolano debutó como matador de toros con buen pie en Pamplona, leyendo a la perfección la personalidad de esta plaza. Las peñas fueron su particulares aliados desde los tercios de banderillas, realizados por todos los terrenos de la plaza en un dominio total de todos ellos.

Fue el que cerraba plaza un toro de Cebada encastado en las primeras series, que se vino fuerte y de embestida recta. Ganando y perdiendo pasos intentó Colombo reducir y atemperar la casta del toro, que tras un circular que subió decibelios en tendidos de sol, echó la persiana. Una auténtica estocada, de enorme contundencia, puso en las manos del diestro un apéndice.

El tercero fue un toro de movimiento desordenado, sin ninguna humillación y entrega, que ya en el tercio de banderillas marcó la altura de la embestida: en el par al violín, los pitones astifinos, a la altura del pecho. Un auténtico milagro. Luego en la muleta no se gastó nunca el astado, pues a mitad de las embestidas o se quedaba corto, o buscaba con el pitón de afuera. Volvió Colombo a intentar meter mano perdiendo y ganando pasos en una batalla por intentar ligar dos muletazos seguidos. Para el público de Pamplona, su tarde cumplió sus necesidades y si la espada hubiera viajado en el primer intento, como en el segundo, la oreja se hubiera concedido a buen seguro. Y, con ello, la Puerta Grande.

La vuelta al ruedo de Román en el quinto trajo consigo el mejor toreo de la tarde con el buen ‘cebada’. Aunque no se definió en los primeros tercios, supo Román coger la distancia larga para aprovechar la inercia -que no lucirlo- y el tranco del toro. Tras dos tandas más a su altura, sin exigirle mucho al astado, pero sí rompiéndolo hacia adelante, el valenciano cuajó tres tandas -una sobre la diestra y dos al natural- de gran reunión, trazo y poder. Y respondió el de Cebada Gago con unas embestidas con el pitón de adentro, con largura y temple. Con la pañosa en la zurda, Román dejó naturales de gran factura y temple, embrocando las embestida con exquisito trazo por dulzura y mimo en los toques que levantaron los olés más rotundos -que no festivos- de una tarde que ya andaba metida en la desconexión del público y que el valenciano consiguió devolver a su diapasón. Otro gallo hubiera cantado, si en este quinto, le hubiera recetado la gran estocada al segundo. Fue éste un toro de embestida descompuesta y escasa de raza y fuerza que le llevó más a defenderse que a entregarse, con el que Román planteó una seria actuación que no terminó de conectar al tendido. Lo mejor, la rúbrica.

Meritoria fue la tarde de Juan Leal, que intentó imponer sus terrenos a los astados. Al primero, de astifinos pitones desde la cepa como toda la corrida, lo recibió con pases cambiados de rodillas en el centro del ruedo y, tras ello, plasmó varias tandas serias por el pitón derecho, perdiendo pasos para aprovechar la inercia. La embestida noble de las primeras series tuvo en la falta de fuerzas y raza los principales inconvenientes y acabó desarrollando en genio. Frente a esto, optó el galo por la distancia de cercanías en varias circulares y muletazos de rodillas que a punto estuvieron de costarle un susto. No puso fácil las cosas a la hora de entrar a matar, como tampoco lo hizo el cuarto durante toda su lidia. Montado, sin entrega, ni embroque y con poca humillación se desarrolló una lidia, en la que Juan Leal se impuso con un valor seco al astado e incluso le robó muletazos de mano baja y suma firmeza con el astado ya marcando su querencia a tablas. Confío el diestro en su muleta y un toque firme para pasarse los pitones a la altura de la barriga sin enmendarse. Como la faena no se entretuvo entre alardes y con la merienda de fondo, no terminó de reconocerse todo el valor en una tarde en la que el público cumplió sus necesidades con Jesús Enrique Colombo.

Ficha del Festejo:

Plaza de toros de Pamplona. Séptimo festejo de la Feria de San Fermín. Lleno habitual. Toros de Cebada Gago y Salvador García Cebada (3º), muy serios y astifinos, aunque desiguales de hechuras y tipo, finos y sueltos de carnes

en su conjunto. Destacó por encima de todos el buen quinto. Con inercias aunque venido a menos el primero; encastado el sexto. El resto, sin entrega ni clase. 

• JUAN LEAL, ovación tras aviso y silencio.

 ROMÁN, ovación y vuelta al ruedo.

 JESÚS ENRIQUE COLOMBO, ovación y oreja.