Pasión por el Táchira…convergencias

Construir no es fácil…ciudades, relaciones, familias, empresas…y pare usted de contar. Construir significa compromiso, claridad en lo que se quiere construir -y no hablamos, necesariamente, de lo que nos parezca bueno o malo-; se requiere además perseverancia…y luego viene lo más difícil: mantener lo construido.
Las visiones, sean particulares o compartidas, requieren en un momento dado que se dé una convergencia en torno a una idea, un concepto, un proyecto…»la visión». Para esa convergencia es fundamental vincular a los diferentes sectores y organismos, con la finalidad de lograr una mayor participación en la construcción de esa visión.
Reiteradamente escribo sobre esa necesidad urgente de » converger» o si se quiere de «consensuar». En mí pasado artículo escribí sobre la importancia de establecer alianzas serias, inteligentes y verdaderamente políticas, entre todos los poderes, y todos los sectores, para lograr el objetivo común, que en nuestro caso particular se circunscribe al Táchira…digo, para ser coherentes con nuestra columna «Pasión por el Táchira»: el bienestar del tachirense. Reconozco que soy repetitiva con el concepto de democracia y su ejercicio. Esa democracia participativa y protagónica en el quehacer diario. Me imagino que quienes me leen pensarán que es muy fácil teorizar sobre todo esto…pero he aquí la sorpresa! Hoy voy a relatar la experiencia, lenta pero segura, de un ejercicio democrático participativo que incluye diferentes sectores e instituciones y que surge a partir del trabajo de una comunidad sensibilizada ante su espacio, su entorno, su hábitat. Se trata del Consejo Comunal María del Carmen Ramírez.
Este Consejo actualizado, viene funcionando desde hace un año aproximadamente. Su primer objetivo era entender el sentido de pertenencia que ya existía entre sus habitantes, para luego seguir fortaleciéndolo, e integrar a los diferentes sectores que componen su ámbito territorial. Luego, jerarquizar entre todos la problemática del sector y crear comisiones de trabajo que pudieran incidir con propuestas claras, concretas y posibles, a resolver esos problemas, e integrar zonas declaradas hasta entonces «zonas en silencio», porque no pertenecían a ningún Consejo y estaban desamparadas.
Al principio hubo cierta reticencia, hacia un grupo de personas que habían venido trabajando callada y preocupadamente, tratando de analizar el por qué y el cómo, y que querían rescatar los espacios, de ese su vecindario, que venían deteriorándose aceleradamente. Para ello se plantearon que el Consejo Comunal debería estar integrado por vecinos de las diferentes calles, aún las más alejadas, permitiendo
una participación mayor y menos común, como una manera de entender que si bien hay problemas comunes, también hay particularidades propias a menos de tres calles. Era aprender de subsectores que lograban sobrevivir al caos urbano, y mantener con dignidad sus manzanas, para luego ampliar la cobertura de servicios y solidaridad hacia el resto de las manzanas. De lo pequeño a lo grande y viceversa. La jerarquización dió como resultado la determinación de los problemas más comunes a todos: sanidad, contaminación y basura; seguridad e iluminación, contaminación sónica, gas, educación y deporte, y formación ciudadana, entre otros.
Las comisiones se crearon y se empezó el trabajo, lentamente. Se fortalecieron las relaciones con los vecinos, a través de los líderes de calle, quienes son justamente aquellas personas más comprometidas o dolientes del pedacito de su comunidad en la cual habitan. Y aquí es donde empieza a entenderse el sentido de pertenencia y se avanza en la necesidad de organizarse para resolver problemas. La comisión de sanidad, contaminación y basura, entendió que el mayor problema que había, aún por encima de los problemas existentes con el vertedero y con la falta de programación ( por no darle otro nombre), en la recogida de la basura, eran los propios vecinos. Y normas que probablemente ya existían pero no se cumplían salieron de nuevo a la luz. Si el aseo no pasa, para que sacar la basura que quedará expuesta a propios y extraños, incluidos, y principalmente, los animales, con el consabido desperdigar de los residuos, dejándolos expuestos. Salió a la luz nuevamente la necesidad de conocer las 3 R: reducir, reciclar, reutilizar, y para ello se definieron charlas para la comunidad con el CISP y la UNET, para la clasificación de los desechos. Estas denuncias fueron procesadas por el Consejo Comunal, hablando con los infractores, remitiéndolas a la Alcaldía, y aparentemente no pasó mucho…pero tiempo al tiempo…se generaron expedientes que van a producir demandas a corto plazo, y la voz se riega, y la basura se repliega, y los vecinos se empoderan…pero esto apenas pica y se extiende. Seguiré relatando en los próximos artículos, los logros, los alcances, las rabias, la desesperanza, la alegría y la esperanza de nuevo, la necesidad de organización, difusión de las experiencias por comisión, y los convenios con las instituciones…los objetivos logrados, que ya se ven más claros y cercanos…tiempo, compromiso y perseverancia es lo que necesitamos.
Comentarios y experiencias a [email protected]