Pasión por el Táchira …el sentimiento de la Navidad

Julieta Cantos
Siempre en Navidad me pongo nostálgica. Desde muy niña, era mi festividad preferida, aun por encima de los cumpleaños. La Navidad significaba fundamentalmente compartir, era un ir y venir de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro, porque implicaba estar abierto al que venía y compartir con él, y viceversa. Pero, fundamentalmente, era una celebración familiar y con amigos muy cercanos que pasaban por ser familia…y como a su vez tenían también familia, la celebración era todo el mes, porque había días para compartir con los amigos y los otros destinados, inamovibles, para la familia.
Pero, además, era una tradición heredada de la Europa española católica, por lo que prevalecía el nacimiento, como manifestación de la celebración de la natividad del niño Jesús, aun para aquellos no católicos, pero suficientemente inteligentes para entender a Jesús como referente, no de una religión, sino de un momento histórico, que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad.
Las migraciones traen consigo, la mayoría de las veces, cosas positivas. Producto de ellas, son la mezcla de razas, la diversidad cultural: culinaria, musical, artística. Pero esa mezcla es producto de la convivencia y de la aceptación, en el tiempo, del otro y de sus costumbres y tradiciones, tanto del que está como del que llega. Cuando se van imponiendo por avasallamiento de la moda, y el mercado, o del poder, por invasión, o apropiación territorial -que en el fondo ambas son invasiones-, se producen distorsiones. Claro, y con la globalización de las redes, y los medios, pues son invasiones subliminales más fáciles de penetrar, más difíciles de controlar o percibir, porque van pasando suavecito, sin darnos cuenta, y terminamos aceptando tradiciones que no tienen nada que ver con nuestra forma de vida…ni de ver la vida; como Halloween o el Viernes Negro. Y se producen entonces, en el mejor de los casos, celebraciones eclécticas, que no es sino literalmente, “lo acomodaticio, conciliador, moderado, porque hace referencia a situaciones, fenómenos, que se caracterizan por tener elementos o rasgos muy distintos entre sí, sin que esto llegue a ser un problema, sino más bien como una manera de combinar rasgos diversos y amplios”.
Lo cierto es que nuestras actuales Navidades son una fusión de nacimientos, incorporados a arbolitos con cascadas de nieve, en un país donde no tenemos nieve, como no sea en el pico Bolívar, que por cierto le acaban de hacer un documental sobre la desaparición de nuestro último glaciar en Venezuela, producto de los indicadores del cambio climático. También incorporamos, Papás Noel o Santa Claus, figuras irrelevantes para nuestras culturas y para el significado de la Natividad. Ya los regalos no los traen los Reyes Magos, como símbolo de honrar con presentes al Jesús Niño, en ese espacio pobre, y prestado, por no ser propio, pero lleno de alegría por su nacimiento, que es el pesebre. El problema no es incluir rasgos diversos, el problema es sustituir el concepto, el origen de la tradición, porque borrar la memoria es borrar lo que somos.
No obstante, el Táchira tiene infinitas tradiciones, que además se celebran entre amigos y familia. Estas son las que deben prevalecer y las que se deben fortalecer.  La hechura del nacimiento con objetos rotos, nuevos, viejos, hechos o comprados, fuera de escala, metido como un intruso en nuestra sala para hacerse presente en nuestra cotidianeidad decembrina; los aguinaldos, las misas de aguinaldos, la hechura de las hallacas, la mesa navideña, el día de los Santos Inocentes, el día de los locos y locaínas, el Año Nuevo y el Año Viejo…la llegada de los Reyes Magos. Todas celebraciones llenas de amor, solidaridad, familia.
La familia nuclear, esa que celebra…en lo íntimo del hogar, cuando ya todo lo efímero de la celebración pasa…esa es la que debe ser conservada.
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